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My Story: Student #13
Soy una inmigrante como muchos, pero con una diferente historia. Tenía seis años cuando mi mamá decidió irse a los Estados Unidos para darme un mejor futuro o una mejor vida como lo suelen decir. Me quedé con mi abuela, con mi tío y con mis primos. Será divertido vivir con ellos me dije pero no todo fue felicidad. Pasaron algunos años y extrañaba mucho a mi mamá. Pensaba mucho en ella. Mi abuela vendía verduras en un mercado. Yo y mis primos jugábamos en una bodega que mi abuela tenía y hasta ese momento todo iba bien. Le pregunté a mi mamá ¿cuándo vas a volver? Me decía que en unos tres años “estaré de nuevo contigo hija”. Esos años pasaron y no regresaba. Me resigné a no volver a verla por mucho tiempo. Un día común y normal, mi tía que estaba en Estados Unidos llamó y nos dijo que se va a regresar a nuestro país, pero que va a vivir en otra provincia. Ella llegó y se llevó a mis primos; ya que era su mamá. Me quedé solo con mi abuela y con mi tío. Desde ese día las cosas cambiaron mucho. Mi abuela dejó de vender, pero no pasaba en casa mi tío ingresó al cuartel para ser militar. Me quedaba sola en casa. Mi abuela me pegaba y me trataba mal. Me decía cosas malas. No me dejaba salir ni tener amigos. Mi tío salió del cuartel. No logró pasar el examen. No quiso volver a intentarlo. Discutía mucho con mi abuela hasta que un día se fue de la casa y mi abuela me decía que eso era mi culpa. Fue diciembre 25 del 2015. Navidad era una época donde todos pasaban en familia donde se convive y se disfruta. Lo mío no fue así. Mi abuela salió a dormir en otra casa que mi mamá mandó hacer para vivir más cómodas. Mi tío salió de fiesta y yo desde el balcón de mi casa solo veía los viejos artificiales Año nuevo pasé igual; sola en mi casa como un día normal. Fue así por algunos años. En mayo del 2019, nos mudamos a la casa que mi mamá mandó. Era un lugar grande y más cómodo, pero igual me seguía sintiendo sola. Ingresé a mi primer año de colegio tenía pocas amigas, pero mis compañeros me acosaban por mi físico y por no vivir con mamá. Caí en depresión. Hablaba con mi mamá, pero no le podía contarle como era mi vida allá. No quería que mi mamá se preocupara ya que ella sufría mucho en este país. Pasé así un año más hasta que decidí venir a Los Estados Unidos. Mi mamá me lo propuso y sabía que era peligroso, pero acepté octubre 26 del 2020. Salí de mi país con lágrimas en los ojos. Me despedí de mi familia y de mis perros que era lo que más amaba, pero sabía que era por un mejor futuro y por ser alguien profesional. Mi abuela era agresiva conmigo, pero me cuidaba y me daba de comer por eso siempre voy a estar agradecida con ella y la iba a extrañar mucho.
Mi abuela y yo viajamos al aeropuerto de Quito, Ecuador. Una mujer desconocida me esperaba para acompañarme fuera del país. No podía dejar Ecuador solo porque era menor de edad. Tomamos un avión que nos llevaría a la ciudad de México. Al llegar, entregamos nuestros pasaportes y seguimos el procedimiento regular. Después, nos esperaban dos señores que tenían un cartel con nuestros nombres. Fuimos a un hotel para pasar la noche ya que al día siguiente teníamos que tomar un bus a Monterrey. Cuando llegamos a Monterrey nos esperaba una camioneta que nos llevaría a una casa en la cual estaríamos 5 días. Yo era la única menor de edad entre 10 hombres. Yo era la única que se iba a entregar a migración. Estaba en un cuarto sola. No quería salir de ahí ni tampoco quería comer por miedo a que me pongan algo en la comida y me hicieran algo malo. Después de dos días encerrada en la habitación, yo me comunicaba con mi mamá y mi abuela. Los señores con los que yo estaba le habían informado a mi mamá que yo no quería comer. Salimos de Monterrey en una buseta hasta Reynosa dónde llegamos a una tienda. Nos separarían a todos por diferentes grupos ya que cada uno de nosotros iba a viajar con un coyote diferente. A mi me mandaron sola en un taxi a Reynosa con otros inmigrantes.
Mi mamá me dijo que comiera porque el camino iba a ser duro y que tuviera confianza en Dios. Al llegar a Reynosa, me sentí incómoda. La casa era pequeña y sucia. Me tocó dormir en la misma cama con otros inmigrantes. En esa casa conocí a otro menor de edad que tenía 11 años. El estaba con su hermano, pero su hermano iba con otro grupo de personas mayor de edad. Estuve ahí por 4 días hasta que me dijeron que tenía que hacerse cargo del niño ya que era más pequeño que yo. En la tarde nos recogió un taxi y dejé mis pertenencias en la casa. Solo llevé mi teléfono y pasaporte escondido. Nos dijeron que no digamos que somos ecuatorianos ya que nos iban a matar. En ese lugar, “la cabeza de un ecuatoriano vale más”. Mientras íbamos en el taxi, el niño dijo que éramos de Ecuador. El taxista frenó y dijo que digamos que somos de otro país. Al bajar del taxi, el taxista nos agarró muy feo del cuello y nos llevó a una casa abandonada donde había un montón de inmigrantes. Ese lugar estaba sucio con ratas caminando y con cucarachas en las paredes. Me encontré con un chico de 14 años que iba con su hermana de 8 años. Viajábamos juntos. Cuando finalmente llegamos, ese niño se veía asustado y me dijo, “No me sueltes. Cuídame.”
Al final, me mandaron a NY dónde vivía mi mamá. Ver a mi mamá fue una de las emociones más grandes que he tenido, ya que no había visto a mi mama en 8 años. Ahora ya vivo con mi mama, estudio y aprendo más el inglés, para tener una vida más estable y una mejor educación.
I am an immigrant like many others, but with another story. I was 6 years old when my mom decided to go to the United States to give me a better future or a better life, as they say. I stayed behind with my grandmother, my uncle, and my cousins. It would be fun to live with them, she told me, but not everything was always happy. A few years passed. I missed my mom a lot. There wasn't a day that I didn't think of her. My grandmother sold vegetables in a market, my cousins and I played in a winery that my grandmother owned, and until then everything was going well. I asked my mom, “when are you coming back? She told me, “In about three years I will be with you again, daughter.” Those years passed and she did not come back. I convinced myself that I would not be seeing her again for a long time. One ordinary and normal day, my aunt who was in the United States called and told us that she is going to return to our country, but that she was going to live in another province. She came to Ecuador and took my cousins since she was their mother. I was left alone with my grandmother and uncle. Since that day things have changed a lot. My grandmother stopped selling vegetables, but she didn't come home often. My uncle tried to go into the military to be a soldier. My grandmother didn't let me go out or have friends. My uncle left the military. He couldn't pass the exam. He didn't want to try again. He argued a lot with my grandmother. One day when he left home, my grandmother told me it was my fault. On December 25, 2015, Christmas Day, a time that we usually all spent together as a family, where we were supposed to be together and enjoy ourselves, was not like that. My grandmother went to another house that my mom had bought to live more comfortably. My uncle went out to a party and from the balcony I watched fireworks from my house. New Years I spent alone in my house as if it were a normal day. That's how it was for a few years. In May 2019, we moved into the house that my mom had bought. It was a bigger, more comfortable place, but I still felt alone. I entered my first year of school. I had a few friends, but my classmates bullied me because of my physique and for not living with my mother. I fell into depression. I talked to my mother, but I couldn't tell her what my life was like there. I didn't want my mother to worry since she suffered a lot in this country. Another year passed until I decided to come to the United States. My mother proposed the idea to me, and she knew it was dangerous, but I accepted. On October 16, 2020, I left my country with tears in my eyes. I said goodbye to my family and my dogs, which was what I loved the most, but I knew it was for a better future and to become a career woman. My grandmother was aggressive with me, but she took care of me and fed me. For that, I will always be grateful to her. I was going to miss her very much.
My grandmother and I traveled to the airport in Quito, Ecuador. An unknown woman was waiting to accompany me out of the country. I couldn’t leave Ecuador alone because I was a minor. We took a plane which brought us to Mexico City. Upon arriving, we handed over our passports and followed the regular procedure. Afterward, we left the airport. Two men holding a sign with our names were waiting for us. We went to a hotel to spend the night. The next day, we had to take a bus to Monterrey. When we arrived, a van was waiting for us--taking us to a house where we stayed for five days. I was the only minor among ten men heading to the United States. I was in a room alone. I didn't want to leave there, nor did I want to eat for fear that they would put something in my food and do something bad to me. After two days locked in the room, I talked to my mother and grandmother. The men I was with had informed my mother that I did not want to eat. We left Monterrey on a bus to Reynosa where we arrived at a store. They separated us all into different groups since we would travel with different coyotes. They sent me alone in a taxi to Reynosa with other immigrants.
My mother told me to eat because the journey would be hard and to trust God. Upon arriving in Reynosa, I felt uncomfortable. The house was small and dirty. I had to sleep in the same bed with other immigrants. In that house, I met another minor who was 11 years old. He was with his brother, but his brother would travel with another group of adults. I was there for four days when they told me that I had to take care of the child since he was very young. A taxi picked us up in the afternoon, and I left my belongings at the house. I only carried my phone and hid my passport. The coyotes told us not to say that we were Ecuadorians since they were going to kill us. In that place, “the head of an Ecuadorian is worth a lot.” While we were in the taxi, the boy said we were from Ecuador. The taxi driver slammed on the brakes and said we had to say we were from another country. When we got out of the taxi, the taxi driver forcibly grabbed us by the neck and took us to an abandoned house where there were a lot of immigrants. That place was dirty, with rats walking around and cockroaches on the walls. I met a 14-year-old boy who was with his 8-year-old sister. We traveled together. When we finally arrived, that little boy looked afraid and said, “Don’t let me go. Take care of me.
In the end, they sent me to New York where my mom lives. Seeing my mother was one of the greatest emotions I have ever had since I had not seen my mother for eight years. Now I live with her. I study and learn English to have a more stable life and a better education.
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